Lucas de la Vega, un chaval de 12 años, jugador de la Unió Esportiva Mataró de baloncesto, sufrió meses atrás una fortísima contractura en el hombro izquierdo acompañada de un fortísimo dolor y de una serie de desvanecimientos que, tras una exploración radiológica, revelaron un pulmón completamente anegado de líquido y la presencia de un Linfoma Linfoblástico T, un tipo de cáncer del cual se viene tratando desde mediados de mayo.
Le espera un largo camino de visitas al hospital de día y de largas sesiones que, de momento, no le dejan hacer aquello que más le apasiona como es jugar a baloncesto. A cambio, sin embargo, ha ganado un amigo muy especial, Ricky Rubio, desde que le visitó en su casa de la mano de Lluís Escudero, entrenador de Lucas en la UEM y en su día uno de los primeros técnicos de Ricky.
Cuando Lluís le contó a la estrella de los Utah Jazz el caso de Lucas decidieron darle una sorpresa y presentarse en su domicilio. “Tu amigo se parece mucho a Ricky Rubio”, le dijo Lucas a su entrenador cuando le vio entrar acompañado. “Es Ricky Rubio”, le contestó. Lucas se quedó casi sin habla, emocionado y feliz, escuchando a su ídolo, sus palabras de ánimo y esa conexión que sólo se produce entre dos grandes jugadores de basket, dos personas tan competitivas, en este caso conjuradas para ganar este partido.
Ahora Lucas se enfrenta a seis meses de intensa actividad médica antes de pasar a un periodo de tratamiento menos agresivo y espaciado. Ha renovado su ficha con la UEM para la temporada 2018-19 y tiene un equipo que le espera. También un compañero que, hace unos días, se lo llevó al partido de Marc contra Pau Gasol en Girona, donde además bajó a los vestuarios y conoció a varios de los mejores jugadores del momento. Lucas tiene una familia extraordinaria, sus padres Eduardo y Anne Marie, una hermana menor, Francesca, de 9 años, y un amigo en la NBA. Su otro gran equipo.